
La mujer re-productiva y el dilema entre trabajar o quedarse en casa
La experta Ana Julia Carattino, del equipo de HAND Primeros Días, que invita a reflexionar sobre los desafíos, mandatos y privilegios detrás de las decisiones que atraviesan la maternidad.
6 de octubre de 2025

La mujer re-productiva y el dilema entre trabajar o quedarse en casa - Créditos: Getty
Una amiga mía quedó embarazada justo después de renunciar a un trabajo tóxico que tenía. Y aunque con este titular pareciera ser que quiero hablar de la pura causalidad de su embarazo, lo cierto es que no. Más bien quiero plantear lo que le sucedió después: estando de tres meses, consiguió tener una entrevista laboral en la que se disputó sobre decir o no ‘la verdad’.
Porque embarazarse tiene, además de las lógicas consecuencias emocionales y físicas, también sus consecuencias económicas.
Este tema, aunque nos interpele de maneras diferentes, está siempre latente antes, durante o después. A veces es precisamente la excusa que ponemos para no embarazarnos, otras veces es la culpa que nos acecha de no ser productivas luego de parir, y como en el caso de mi amiga, puede ser la disputa entre conseguir el trabajo de tus sueños y decir la verdad, lo que probablemente te alejará de conseguirlo.
Sin importar de qué manera, la preocupación sobre nuestra (hiper)productividad económica posparto nos persigue y nos juzga.
Pero, en este tema también están quienes se paran de la vereda de enfrente y no le encuentran sentido a tener hijos para dejarlos en un maternal todo el día, quienes se cuestionan si vale la pena salir a trabajar para destinar ese ingreso en contar con ayuda en casa, o las que reemplazan sus agendas por las miles de actividades y compromisos de sus hijos. Lo cual, aunque no lo parezca a primera vista, también es (hiper)productividad en las tareas domésticas.
En primer lugar, tener la posibilidad de elegir entre trabajar o no hacerlo, parte de una posición de privilegio, en esto estamos de acuerdo. Lo que pasa después de tomar esa decisión es el quid de la cuestión, porque ¿cómo debería sentirse una madre privilegiada? ¿Acaso no debería estar feliz con su decisión y ya? ¿Acaso es posible que sienta culpa si fue ella quien decidió quedarse en casa o si prefirió salir a trabajar?
Que exista la posibilidad de elegir no significa que la decisión sea sencilla ni que sus consecuencias sean ligeras.
La intención no es polarizar dos maneras de afrontar la maternidad, sino más bien, arrojarle luz a un tema que, para asombro de todos: ¡sí tiene algunas respuestas correctas!
La madre que sale a trabajar
La frase ‘me piden que sea madre como si no trabajara, y que trabaje como si no fuera madre’ es un excelente compendio del nivel de exigencia al que está sometida la mujer que decide o que debe volver a trabajar.
La mirada romántica nos puede marcar la importancia de mostrarnos no sólo en nuestro rol de madre, sino también de trabajadora con intereses y proyecciones personales por fuera del hogar.
Sí, es cierto que lo más importante es que vean a una mamá feliz y plena. Pero ¿qué costo real tiene esto?
Argentina ocupa el puesto 14 en América Latina en cuanto a días de licencia por paternidad, de un total de 18 países. Hoy, a los padres en Argentina solo se les conceden dos (¡sí, apenas DOS!) días de licencia. Y aunque la comparación con otros países de la región podría parecer obvia, lo cierto es que incluso los que ofrecen más beneficios a duras penas alcanzan los 14 días.
Ya no es una discusión de días de licencia nada más. Es una discusión que abarca la brecha salarial (de un 28% según el INDEC), la desigualdad al momento de la contratación, y una carga económica y emocional por lo más dispar. Y en esa lista de desigualdades, la lactancia se convierte en otro obstáculo importante para las madres que vuelven al trabajo.
Según UNICEF, menos del 50% de los países de la América Latina tienen leyes que garanticen salas de lactancia en los lugares de trabajo. Y no olvidemos que, en muchos casos, las licencias de maternidad no alcanzan las 14 semanas mínimas recomendadas por la OIT.
La madre que trabaja de madre
Es muy difícil verlo como un trabajo cuando no hay una retribución económica como tal. Pero, aceptemos que ser madre es un trabajo full-time, que nada sabe de vacaciones ni de feriados.
En ciertos niveles socioeconómicos, el trabajo de madre se convirtió en un listado infinito de pendientes: comidas saludables, todo tipo de actividades extracurriculares, visitas periódicas a los diferentes médicos, una correcta gestión emocional, y cuando no también la limpieza de la casa, las compras del súper, y … así podría seguir enumerando.
Para la madre que se dedica sólo a ser madre, la presión radica en hacerlo increíblemente bien. De acuerdo… ¿y el costo de vivir esta realidad?
Según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, elaborada por el INDEC (2022), las mujeres amas de casa duplican a los varones en las horas diarias promedio dedicadas al cuidado ( 7:05 horas vs. 3:34 horas).
Este mismo estudio confirma también que en las tareas domésticas (limpiar, cocinar, hacer las compras, etc.), las mujeres dedican en promedio 1:40 horas más por día que el varón.
En conjunto, la participación de las mujeres en las distintas formas de trabajo no remunerado no sólo es siempre mayor que la de los varones, sino que estas labores acaban superando incluso el tiempo que normalmente se destina a cualquier actividad lucrativa, mostrando la magnitud de la “doble jornada” que enfrentan muchas mujeres.
Las respuestas correctas
Empatizar con la madre que está parada de la vereda de enfrente es tan importante como con la que tenemos al lado.
La maternidad viene cargada de expectativas sociales, mandatos culturales y exigencias emocionales que atraviesan cualquier elección. Por eso, podés sentirte culpable, cansada o incluso frustrada, aunque hayas tomado la decisión “correcta”. La cuestión no es si la decisión fue buena o mala, sino cómo logramos construir entornos que respeten y acompañen todas las formas de maternar.
Para lograr la igualdad de género, debemos redistribuir el trabajo de cuidado no remunerado, combatir la brecha salarial para que nuestro trabajo no se vea precarizado, pelear por licencias que permitan un cuidado compartido de los hijos y favorecer políticas de conciliación en los puestos de trabajo… ¡al menos para empezar!
Ser mujeres ‘re’ productivas no tiene que acabar con nosotras mismas sobrepasadas de tareas, pendientes y agotamiento. Ojalá no nos llevara tanto tiempo construir un mundo más justo y amoroso, en el que nuestro verdadero privilegio fuera simplemente la igualdad de género.
Por Ana Julia Carattino, del equipo de HAND Primeros Días, gentileza para OHLALÁ!
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